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Desde lados opuestos de una misma red, Chartier y Scolari se interrogan para tejer una costura conjunta entre sus saberes complementarios. Dibujan un discurso en la frontera, en un mundo caótico aturdido por el tsunami mediático, en plena crisis de fragmentación textual… quizás disiparán al lector algunos de sus prejuicios y terrores tecnomediáticos. El encuentro entre un historiador del libro y un especialista en comunicación digital no reduce el análisis de la cultura de hoy a ningún resultado apocalíptico. Piden una mirada crítica: reapropiarnos de la biblioteca y la librería, desestigmatizar la tecnología desde la escuela, aprender a utilizarla en beneficio de la sociedad. Juntos, alfabetización mediática y el libro como «objeto perfecto», para construir un espacio público crítico donde ser más libres.
Por su capacidad Para unir la reflexi n metodol gica y te rica con una rigurosa investigaci n emp rica en el campo del libro y la lectura, Roger Chartier es un pensador clave Para el estudio de la cultura escrita y las ciencias sociales. Este libro, basado en conversaciones que el autor sostuvo con cuatro lectores latinoamericanos, explora desde el campo de la historia de la educaci n, hasta las nuevas tecnolog as o las condiciones de posibilidad del conocimiento hist rico.
Internet hace renacer el sueño de universalidad, de un mundo en el que la humanidad participe del intercambio de ideas. Pero también suscita la angustia de ver desaparecer la cultura del libro. ¿Cuál es el futuro del libro? ¿Qué nos enseña su pasado? Roger Chartier nos recuerda que no pocas revoluciones, entre ellas la de Gutenberg, vividas como amenazas en su momento, por el contrario, crearon oportunidades y aperturas. Además, demuestra por qué la historia del libro es inseparable de los gestos violentos que lo reprimen, desde los autos de fe a la censura; pero también cómo la fuerza de lo escrito ha hecho que esta voluntad negra resulte trágicamente irrisoria. Así es como la negación del autor finalmente condujo al reconocimiento de sus derechos, derechos que hoy, la inmaterialidad del texto electrónico vuelve a poner en tela de juicio.
Esta obra plantea la hipótesis según la cual los estudiantes que ingresan a la universidad tienen una relación limitada e incipiente con la Cultura Escrita (CE) entendida como la articulación entre lectura, escritura y conocimiento. Si esa precaria relación se evidencia en sus modos de leer, escribir y conocer, ¿Cómo indagar sobre el fenómeno? ¿Y cómo enfrentarlo pedagógicamente? Al mismo tiempo tienen una relación intensa con la Tecnocultura Digital (TCD) desarrollada en torno a las TIC, que ha transformado las prácticas de lectura y escritura y los modos de conocer dentro y fuera del ciberespacio. La CE y la TCD configuran dos modelos cognoscitivos presentes en la educación contemporánea, y aunque corren paralelos, no son necesariamente antagónicos. ¿Cómo investigar -y potenciar- ambos modelos en las prácticas pedagógicas para fortalecer la relación de los estudiantes con la Cultura Escrita, aprovechando la infraestructura de las plataformas digitales y los conocimientos ya consolidados de la Tecnocultura? La hipótesis está respaldada por la investigación etnográfica en el aula realizada por el autor. Además de un análisis crítico de las pruebas PISA y las pruebas Saber PRO, la indagación concluye en un diagnóstico en el que se especifican, se explican y se ilustran los problemas de lectura y escritura de los estudiantes. A partir de los conceptos de oralidad, escritura, enunciación, dinámica enunciativa, canon, polisemia, sentido literal, sentido figurado, comprensión textual, entre otros, se propone una alternativa pedagógica viable para profesores y estudiantes, utilizando la TCD para fortalecer la relación con la CE.
El dominio de la escritura y la lectura ha sido un rasgo fundamental para comprender el desarrollo de las civilizaciones, y ha determinado en buena medida la posición de los individuos en el entramado de las relaciones sociales. Al difundirse la capacidad de leer y escribir entre la población, se democratizó un instrumento que es determinante en la educación. Los usos y tipos de lectura se han diferenciado y, paralelamente, se han multiplicado las situaciones en que leemos. Las escuelas son ámbitos especializados de lectura, pero deben lograr que ésta tenga cabida en otros espacios, tiempos y funciones, convirtiéndose en herramienta para aprender de forma continua, para disfrutar y crecer como personas. La evolución de la cultura escrita ha participado activamente en la creación de los lectores actuales, y la escolarización ha sido esencial en ello. La continuidad de esta tarea implica asegurar que las instituciones educativas cumplen su papel en este proceso, dado que la cultura escrita es uno de los recursos indispensables de los que se valen las políticas culturales. Asimismo, es preciso considerar el importante lugar que juega aquí la familia. Este libro versa sobre la lectura como una práctica social y cultural. Nos explica por qué se ha leído y por qué merece la pena seguir haciéndolo.
Rara vez nos detenemos a pensar en las implicaciones que ofrece el hecho de desarrollar nuestra vida en un mundo letrado. Nuestra relación fácil y cotidiana con lo escrito nos parece natural. Sin embargo, leer y escribir son construcciones sociales, culturales y, por tanto, históricas, resultado de un largo proceso que se ha desarrollado a partir de unas necesidades comunicativas específicas. Este trabajo indaga en el conocimiento de las prácticas populares de la cultura escrita en el siglo XIX, momento en el que el uso de la escritura se configuró como una necesidad social, para de esta forma profundizar en la comprensión de las condiciones sociales en las que se leyó y se escribió en el pasado. A pesar de haber existido en mayor número de lo que pueda creerse, los testimonios escritos de los grupos populares han atravesado continuos procesos destructivos y están todavía hoy en día sometidos a prácticas de eliminación y de adaptación. La relegación, la no conservación o la destrucción de la documentación producida por las clases populares no es un hecho casual, sino que nos habla de una determinada configuración de nuestra historia, de nuestra memoria y, por tanto, de nuestra identidad presente. No en vano apoderarse de la memoria y del olvido es, en palabras del historiador Jacques Le Goff, una de las máximas preocupaciones de las clases, de los grupos, de los individuos que han dominado y dominan las sociedades históricas.