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¿Es incompatible la Teoría del Big Bang con la idea de Dios Creador? ¿La ciencia moderna, ya dijo todo respecto al origen del universo? ¿Es posible hablar de Dios con respecto al origen del Universo en pleno siglo XXI? Este libro nació de un curso de extensión ofrecido en la Universidad Gabriela Mistral el año 2019. Se trata de un tema en el que el autor, el profesor John Brungardt PhD en filosofía de la ciencia, ha trabajado desde hace algunos años. Profesor Asistente de Filosofía en el School of Catholic Studies de la Newman University en Wichita, Kansas, Estados Unidos. Especializado en filosofía de la naturaleza y filosofía de la ciencia. Su tesis doctoral en la Catholic University of America versó sobre The Primum Mobile in the Thomistic Aristotelianism of Charles De Koninck: On Natural Philosophy as Architectonic. El profesor Brungardt es miembro de la American Catholic Philosophical Association y de la Society of Catholic Scientists de Estados Unidos, y forma parte activa del proyecto internacional The Sacra Doctrina Proyect y es editor de The Charles De Koninck Project. El año 2017 el profesor Brungardt realizó una pasantía de investigación posdoctoral en Chile durante dos años, cuyo proyecto Aristotelian Causes in Modern Cosmology? Charles de Koninck’s Philosophy of Science (Proyecto N° 3170446) en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Dicho proyecto lo llevó a conocer a filósofos y científicos chilenos interesados en temas afines al él. La Universidad Gabriela Mistral se interesó por su trabajo, y de ambos nació la idea de difundir estas investigaciones a un público general, llevando el lenguaje técnico y científico a un lenguaje accesible. Trabajo que no es fácil de hacer, especialmente considerando los límites idiomáticos. Al curso asistieron abogados, un agrónomo, un cientista político, un dentista, un profesor escolar, entre otros alumnos, confirmando así la necesidad de proseguir con la difusión de la relación ciencia y fe o fe y razón, la Universidad ha realizado el esfuerzo de editar dicho curso y llevarlo a la mayor cantidad de personas posibles interesadas en las preguntas fundamentales sobre el origen del Cosmos. En este libro se encuentra un diálogo filosófico entre la cosmología moderna, la rama de la física y la astronomía que estudia el Universo y su origen, y la filosofía tomista, pues, para el autor, Santo Tomás de Aquino representa la mente más luminosa capaz de entrar en dicho diálogo con autores como Stephen Hawking, y otros teóricos que han intentado comprender el Universo y su origen .
De Rousseau se ha hecho, e incluso se hace, una lectura preeminentemente política, priorizando El Contrato social sobre el resto de su obra. Esta visión, auspiciada por los partidarios de la Contrarrevolución, posteriormente se ha hecho canónica al asentarse los principios proclamados por los revolucionarios franceses. Con la perspectiva de esta visión sesgada, los escritos referentes a la religión se ven como añadidos discordantes, explicándose por causas subjetivas los que se presentan como disarmonías. Frente a esta interpretación, la que el autor propone atiende a aspectos culturales, antes que a aspectos subjetivos. Rousseau es fruto de un momento de transición. Frente al XVIII como el siglo de la razón, el pueblo es eminentemente religioso. La opción de Rousseau por el sentimiento religioso es una opción epistemológica pero a su vez es una opción social, una opción por el pueblo llano, frente a la razón auspiciada por la élite. Rousseau propone una revolución moral presidida por esquemas religiosos, aunque esta religión tiene que adaptarse a los nuevos tiempos: la metafísica debe ceder ante lo terrenal, o la moral primar frente a lo teológico. La religión civil, como religión patriótica, es expresión de su deísmo en el ámbito político.
Un panorama general, básico y didáctico sobre la singularidad genética y biológica de la especie humana. Tras la creación del universo con el big-bang hace 13.700 millones de años brotó la vida en un planeta idóneo para su expansión y diversificación. En el libro se detallan los mecanismos de la evolución y de la aparición del Homo sapiens a partir de unos ancestros prehomínidos en el centro de África, hasta su expansión por todo el mundo. Se describen los procesos de la hominización y humanización y las especiales características del ser humano. Se explica el significado del “fenómeno humano” y el por qué y el cómo del resurgir de una especie tan singular. La única que asciende al mundo de la racionalidad y que en consecuencia vive su vida de forma consciente, se comunica con sus congéneres, crea la cultura y domina su entorno con un sentido ético y de trascendencia. En el libro se describen los fundamentos genéticos de nuestros rasgos biológicos, los determinantes genéticos y ambientales que influyen en el comportamiento humano, las enfermedades hereditarias y los detalles de nuestro genoma en relación con el de los demás seres vivos. Se distingue entre lo innato y lo adquirido. Se derriban los mitos y se asientan las pruebas de lo que es genuinamente humano y lo que no lo es. También se aborda el futuro de la humanidad en la era de las tecnologías emergentes, con los desafíos éticos de la manipulación genética y las corrientes materialistas que tratan de conducir a nuestra singular especie a la utopía transhumanista y posthumanista.
Comprende un arco de tiempo bastante amplio, desde los albores de la filosofía hasta nuestros días. Muestra como solamente el hombre posee una capacidad de asombro que le caracteriza y responde a su naturaleza racional. Esto permite que sea capaz de interrogarse y dar respuesta del el entorno en que vive (el universo), y también sobre quién y cómo es él mismo. Es un ser que posee también conciencia de ser persona, de actuar con libertad y comprometerse, de señalarse fines propios individuales y comunitarios, así como de sujetarse o transgredir leyes de orden natural y de carácter civil y morales o éticas. Estos temas han inquietado a muchos hombres y dado respuestas muy variadas, algunas veces contrapuestas y otras veces complementarias, unas equivocadas y otras verdaderas... Con todo, aún queda mucho por investigar y decir.
La pregunta por Dios surge desde los inicios de la filosofía tanto en relación con el universo como con el hombre. Es una pregunta permanente y última de la que surgen la teología natural y las pruebas tradicionales de la cosmo-teología y de la antropo-teología. El autor analiza el significado y función de esa cuestión en los grandes sistemas filosóficos, comenzando por los griegos y analizando la fusión de la teología natural y la teología judía y cristiana, así como las tensiones resultantes de la helenización del cristianismo y la cristianización de la filosofía. A partir de ahí se analiza la pregunta por Dios en el marco de la filosofía moderna, se estudia la crítica ilustrada a la religión, el significado del ateísmo y el agnosticismo, y las diversas interpretaciones del hecho religioso en la época contemporánea. La reflexión final constata el fracaso de la teodicea y de la demostración de la existencia de Dios a partir de las pruebas tradicionales. De ahí la pluralidad de perspectivas que se abren al preguntarse por Dios desde una perspectiva metafísica, religiosa y nihilista. Se trata de una pregunta última para la que sólo hay respuestas penúltimas, desde la que hay que plantearse la racionalidad de la fe y de las creencias en confrontación con una razón crítica, reflexiva y argumentativa. Conjugar la no demostrabilidad de la existencia de Dios con la racionalidad de la fe es uno de los intentos de este estudio, que se mueve en el ámbito de la teología filosófica racional y también de la teología fundamental cristiana. Juan Antonio Estrada Díaz es jesuita. Estudió filosofía en la Universidad Pontificia de Comillas en Madrid y posteriormente hizo el doctorado en la Universidad de Granada, de la que es actualmente Catedrático de Filosofía de la religión. También cursó teología en Innsbruck, Munich y la Universidad Gregoriana, en la que se doctoró en teología. Ha sido durante muchos años profesor de la Facultad de Teología de Granada, y profesor invitado en Facultades e Institutos de teología y Filosofía de Lima, Asunción, Managua, México y San Salvador (UCA). Sus líneas de investigación y docencia abarcan las corrientes contemporáneas de la filosofía, sobre todo la Escuela de Frankfurt sobre la que ha impartido muchos cursos y ha publicado diversos trabajos, y el teísmo filosófico (teodicea y teología natural), que constituye el núcleo principal de su trabajo.
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Este ensayo continúa el eterno debate respecto a la existencia de Dios. Lo hace desde una perspectiva racionalista, sin menoscabo de la fe. Focaliza su atención en los indicios de naturaleza cosmológica y, con menor profundidad y extensividad, en los ontológicos y teleológicos. Indaga sobre todos ellos a la manera como un detective procura encontrar indicios que le lleven a la verdad. Lo que busca es la existencia en sí de Dios, independientemente de la forma cómo las religiones se lo representen, cosa nada fácil pues significa partir de una noción muy comprehensiva de Dios, noción que en este trabajo es la de una entidad espiritual trascendente e inmanente al mismo tiempo, al mundo. Buscar su existencia en esta forma implica elevarse sobre las circunstancias propias de las organizaciones religiosas, y no prestar oídos a quienes niegan su existencia basados en los errores de éstas. Negarla por estos motivos no solo es un grave error, sino también una degradación de la idea de Dios.Varios de los argumentos expuestos en este libro son nuevas maneras de expresar viejas ideas en defensa de la existencia de Dios. En este punto cabe aclarar que lo que se busca es demostrar de una manera lógica -no científica ni empírica- su existencia. Tal vez el resultado más relevante sea el hecho de que al considerar en conjunto -acumulativamente- los indicios de Dios, uno se persuade de su existencia. Al abordar lo cosmológico, lo primero que se asoma a la conciencia es la imposibilidad de explicar la realidad sobre una base de infinitud, sea ésta una infinitud de tiempo "hacia atrás", o una de causas y efectos. Ante esa imposibilidad, surge como necesidad la finitud, pero entonces no faltará quien diga que esto revela incoherencia, doble discurso, y hasta falta de honradez intelectual, pues mientras por un lado se sostiene que todo tiene su causa, por otro se dice que debe haber algo al principio del tiempo o de la cadena de causas y efectos, que no la tenga. Pero no hay tal incoherencia. Es que la realidad no puede explicarse bajo un formato de infinitud; es necesaria la existencia de algo inicial, incausado, y eso es ya el primer indicio de la existencia de Dios. La Teoría Cuántica, con sus múltiples historias, su principio de incertidumbre, la ubicuidad de las partículas, e incluso con la posibilidad de que la realidad sea determinada por la mirada del observador, apunta hacia una mayor necesidad de un diseño inteligente, pues nos muestra una realidad mucho más compleja de lo que nos imaginábamos, y es de sentido común suponer que a mayor complejidad menos posibilidad exista de que las cosas hayan ocurrido por puro azar y espontaneidad. Hume dice que el principio de causalidad solo puede tener valor respecto a los objetos de los que tenemos impresiones, es decir, respecto al pasado; de los fenómenos que pudieran ocurrir en el futuro no tenemos ninguna impresión, y por lo tanto a ellos no les es aplicable el principio de causalidad. Eso es un empirismo extremo, un error, pues la observación de que todo tiene su causa es una experiencia de vida que se cumple siempre, y por eso hace sentido pensar que los objetos de los que en el futuro tengamos impresiones también tendrán una causa... incluso su Causa primera. Al revisar posturas filosóficas y teológicas tradicionales se encuentran otros indicios, ontológicos y teleológicos. Dos de las cinco vías tomistas: la cuarta (jerarquía de los valores) y la quinta (finalidad de origen exógeno), suponen la noción de Dios grabada en el alma humana. Calvino la llamó sensus divinitatis, y significa que tenemos, en calidad de instinto natural, conciencia de la divinidad, conocimiento natural, directo y genuino de que Dios existe. Por otra parte, los cinco argumentos de Hume para rebatir el teleológico, no logran desvanecer los indicios, pese al valor probatorio que algunos han creído encontrar en sus argumentos.