Charles River Charles River Editoirs
Published: 2017-10-07
Total Pages: 58
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Que Jes�s de Nazareth (ca. 4 AC-30 DC) fue crucificado es una de las afirmaciones m�s cercanas a un hecho hist�rico que pueda hacerse sobre su �l. Sobre los detalles de qu� hizo o dijo la academia ha pasado siglos debatiendo, pero en este hecho, que sufri� la pena capital a manos de la autoridad romana por medio de la crucifixi�n, coincide la abrumadora mayor�a de los historiadores del mundo antiguo. Que hubo una cruz donde sufri� y muri� es, por tanto, la siguiente afirmaci�n l�gica. De hecho, su caso no es raro: como �l, hubo muchos otros jud�os que perecieron clavados a un madero en las afueras de Jerusal�n; miles de acuerdo al historiador Josefo, testigo presencial de la gran rebeli�n contra Roma. La cruz, que era un s�mbolo de fracaso y verg�enza para quienes mor�an en ella y sus familias, fue considerada desde el inicio del cristianismo como el momento triunfal en la carrera de su mes�as; su crucifixi�n el momento de su ascensi�n a su trono como verdadero rey de los jud�os. De ah� que, una vez terminada la persecuci�n contra el cristianismo, y pasados los suficientes a�os, comenzaran a surgir los interesados en buscar la evidencia. Ir en pos de, contemplar, besar y en el mejor de los casos llevarse a casa un pedazo de la hist�rica cruz fue una de las obsesiones primero de los creyentes, despu�s de reyes y emperadores. Junto con la cruz, siguiendo el relato evang�lico, aparece otro objeto que incluso m�s que el Santo Grial, ha mantenido de una forma u otra su enigm�tica e inquietante presencia a lo largo de la historia: la lanza de Longinus, el soldado romano que perfor� el costado de Jes�s. La Verdadera Cruz era una reliquia de sanaci�n y protecci�n, pero la lanza, de acuerdo a la leyenda, era para la guerra y la conquista. "Aqu�l que posea esta lanza y descubra su secreto tendr� el destino del mundo en sus manos, para bien o para mal." As� lo creyeron los antiguos emperadores del Sacro Imperio Romano, Napole�n e incluso Adolph Hitler. No es casual que a esta codiciada reliquia le haya conocido desde tiempos inmemoriales como la Lanza del Destino. Hasta aqu� la leyenda. El verdadero problema surge al apartar el mito y tratar de identificar c�mo y cu�ndo aparecieron por primera vez estas dos reliquias en la historia, y de ah� seguir su complicada historia de siglos, pasando de generaci�n en generaci�n, de mano en mano de reyes y papas; de creyentes a enemigos del cristianismo; c�mo fueron perdidas y recuperadas, repartidas en fragmentos por todo el mundo y en ocasiones vueltas a reunir; alguna vez robadas y utilizadas como impresionante medio de propaganda; incluso extraviadas y finalmente recuperadas y depositadas en los lugares donde hoy se veneran. �Es posible que la cruz de Jes�s haya sido encontrada trescientos a�os despu�s de su muerte y que sus fragmentos todav�a puedan contemplarse en diversas iglesias del mundo? Se sabe con certeza que a mediados del siglo IV (ca. 350 DC) una antiqu�sima cruz era venerada en Jerusal�n y se utilizaba en la liturgia de la Semana Santa. La lanza apareci� en la siguiente centuria en la Bas�lica del Monte Si�n en Jerusal�n. De entrada, los siglos que las separan del evento de la crucifixi�n (ca. 30 DC) hace problem�tico abogar por su autenticidad. Opiniones en favor y en contra de la Cruz que se veneraba en Jerusal�n desde los tiempos del emperador Constantino y de la lanza que empu�� Carlomagno en su coronaci�n, los hay a favor y en contra. Pero hay casos en los que la historia de un objeto, y los tumultos que provocaron a su alrededor, resultan m�s apasionantes que la cuesti�n de la autenticidad en s� misma. Este volumen sigue la complicada trayectoria de las dos reliquias existentes m�s importantes del cristianismo, su aparici�n en Palestina, su traslado a Bizancio y su dispersi�n por toda Europa despu�s del saqueo de Constantinopla, y c�mo en el trayecto de diecis�is siglos cambiaron el curso de la historia.