Diego Jesus Luque Parra
Published: 2016-12-27
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Si hablar de inteligencia es hacerlo en terminos de funcionamiento cognitivo (individual) y de adaptacion y funcionamiento en los contextos (socio-cultural), con el termino de discapacidad intelectual se hace referencia a un estado de desarrollo de las capacidades cognitivas, de habilidades en general y de la autonomia personal y social, con menor grado de eficacia o ejecucion, en un contexto no accesible o de menor grado de recursos y apoyos. En efecto, la discapacidad intelectual se manifiesta en el comportamiento de la persona, por lo que podria definirse como un estado particular de funcionamiento personal-social, caracterizado por la relacion y las limitaciones, tanto de tipo cognitivo como de adaptacion, que una persona tiene con los contextos y en las expectativas de su medio ambiente. De acuerdo con lo anterior, la valoracion de la discapacidad intelectual nos indica un agrupamiento de sindromes y trastornos, que se caracterizan por una deficiencia de la inteligencia y limitaciones asociadas en el comportamiento de adaptacion. Esa valoracion conlleva una expresion en terminos de trastornos del desarrollo evolutivo, en la medida que se aprecian desfases respecto a lo que cabria esperar para margenes de edad, pudiendo concluir en un diagnostico de trastorno del desarrollo neurologico o del neurodesarrollo. Con todo, estariamos afirmando la realidad de una persona y su conducta, con un menor grado de eficacia en sus actuaciones personales y de desarrollo social y de relaciones, respecto al resto de individuos de su comunidad. Trasladado a ambitos de desarrollo (psicosocial, educativo, de salud, familiar, ...) cualquier intervencion debe realizarse sobre las potencialidades cognitivas y de desarrollo de habilidades y estrategias intelectuales y de aprendizaje. En este sentido, la evaluacion psicologica y pedagogica debera contemplar, al menos, los aspectos de: a) Capacidades intelectuales y desarrollo cognitivo en general; b) Conducta adaptativa, aspectos socioeducativos y de contexto; c) Desarrollo curricular y de aprendizajes. Todo ello, con interes de justicia social y de esperanzas en un desarrollo de la persona evaluada, ya que en esta ha de perseguirse un proyecto de vida, objetivos con los que crecer como persona y ciudadano, y no como el alumno que no puede, al que hay que tratar distintivamente, con el apartamiento curricular que, implicitamente, conllevan los estigmas negativos del diagnostico (Luque, 2007; 2010). En todos esos ambitos, cualquier diagnostico, tiene su importancia en la medida que, como entidad nosologica, sirve para situar y precisar el caso, a la vez que permite una informacion compartida entre los profesionales y las familias. Pero, tambien, debe contrarrestarse el riesgo de "etiquetaje" innecesario que, lejos de contribuir a la normalizacion, acrecienta los efectos negativos del estigma del trastorno o de la discapacidad intelectual. Por lo tanto, las evaluaciones psicoeducativa y pedagogica del alumnado con necesidades especificas de apoyo educativo, y la del alumnado con discapacidad intelectual en particular, debe hacerse sobre un analisis profundo y riguroso de sus caracteristicas personales y de contexto, de sus necesidades educativas y de las propuestas de intervencion. Solo cuando tengamos el convencimiento de que esta evaluacion ha sido realizada en forma y contenidos, y ajustandose a los criterios clinicos y educativos, podremos afirmarnos en un diagnostico, resultado siempre de la observacion y de la reflexion, o si se prefiere, de la ciencia y de la conciencia; de esta forma, el margen de error sera minimizado y servira solo para lo que es: designar, nombrar y clasificar una situacion de persona - contexto, sobre la que solo queda construir su desarrollo educativo (Luque y Luque-Rojas, 2015). En este texto, dirigido a estudiantes y estudiosos, preocupados por el desarrollo de las personas con discapacidad intelectual, se pretende"