Sandra Cabello-Sanz
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¡Hola! Mi nombre es Adriana. Tengo ocho años y estoy en tercero de Educación Primaria. Los mayores me describen como una niña con mucho carácter, buena estudiante y, a veces, un poquito desobediente. Mis tíos me dicen que soy como un volcán en plena erupción emocional, aunque no entiendo muy bien qué tengo que ver yo con los volcanes, pero bueno. Sinceramente, pienso que exageran con eso de mi desobediencia, aunque, después, realmente, me doy cuenta de que soy un poco impulsiva y no siempre reflexiono las cosas antes de actuar, ni me expreso de la manera más adecuada. Hay días en los que me cuesta seguir las normas. Incluso, muchas veces, no soy capaz de comprender por qué soy así, ni tampoco entiendo las emociones de los demás. El cole es uno de mis sitios favoritos. Soy feliz aprendiendo cosas nuevas y estando con mis amigos, especialmente con Martín, Tora e Irati. Nos llaman la “superpandi” porque siempre estamos los cuatro juntos. Lo único que no me gusta es que, a veces, algún compañero no quiere jugar conmigo en el recreo porque dicen que siempre hay que hacer lo que yo quiero. Me llaman mandona. Eso me hace sentir realmente enfadada y triste. Mamá dice que soy algo contestona y debo ponerme en su lugar para comprender cómo se sienten con mis malas respuestas. Mi profe Sofía opina que eso es algo que nos pasa a todos, y que lo más importante es querer aprender y mejorar como personas. Desde que era pequeñita me apasiona el mundo de la cocina, y, en gran parte, un responsable de ello es mi abuelo, repostero de profesión, con el que he pasado largas horas, muy entretenida, haciendo postres y pastas de infinitos sabores, olores y colores. En especial, la tarta de queso, que es la preferida de papá, en la que ya soy toda una experta. Siempre dicen que seguiré sus pasos y me convertiré en toda una gran chef. Sueño con preparar mis propias recetas, y que me dejen campar a mis anchas por mi propia cocina. Una cocina enorme, llena de utensilios e ingredientes para mi solita, ¿te imaginas? Una cocina en la que poder crear sin necesidad de pedir permiso a mis padres para todo, ya sabes, cosas de mayores… Ahora que ya conoces algunas cosas sobre mí, te invito a que sigas leyendo y dediques un poquito de tu tiempo a mis historias. Así conseguirás entenderme mejor desde mis propias vivencias, desde mis propios zapatos. Igual algunas de estas anécdotas se parecen a las tuyas y te hacen reflexionar sobre tus actos o igual no. Lo importante es conocerse a uno mismo y caminar en busca de aquellas cosas que nos hacen realmente felices. Así que, te presto mis zapatos para que puedas disfrutar de este recorrido que estás a punto de comenzar desde mis propios pies, ¿empezamos?
