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La parte mas pobre de la poblacion mundial, nada menos que el 46 %, solo posee el 1,2 % de la renta global. Su poder adquisitivo por persona y dia es insignificante. Y muchos de ellos ni siquiera tienen suficiente comida para sobrevivir. Un tercio de todas las muertes humanas son ocasionadas por causas relacionadas con la pobreza: dieciocho millones al ano, entre las que se incluyen las de doce millones de ninos menores de cinco anos. En el otro extremo, el 15 % de la humanidad perteneciente a las clases mas altas posee el 80 % de la renta global. Dedicar un uno o un dos por ciento de nuestra porcion a la erradicacion de la pobreza parece una obligacion moral. Aun asi, la prosperidad de los mas favorecidos esta provocando un crecimiento de la desigualdad global, aunque la mayoria de los ricos cree que no tiene responsabilidad alguna al respecto. El libro de Pogge pretende explicar por que se mantiene en pie esa creencia. Para ello, analiza la forma en que se han configurado nuestras teorias morales y economicas con el fin de que nos sintamos desvinculados de la pobreza absoluta que subsiste fuera de nuestras fronteras. Y, al disipar esa ilusion, tambien ofrece un criterio modesto y ampliamente compartible de la justicia economica global, elaborando propuestas detalladas y realistas capaces de satisfacerlo.
Casi todos los analistas acaban enfocando el problema de la pobreza desde parámetros economicistas (una renta mínima) y proponiendo soluciones desde esos mismos parámetros. Lo único que parece contar de verdad es el dinero y la cuantificación. El Derecho y la garantía de los derechos humanos básicos tienen poco espacio cuando se analiza esta cuestión, suele remitir a planteamientos de corte más teórico y filosófico. Esta obra pretende desmontar ese presupuesto. Ciertamente, se han conseguido avances importantes con los programas de desarrollo económico diseñados por el FMI y el BM. Pero lo que esta obra plantea es que el camino para la erradicación de la pobreza está más allá de las cifras del PIB de un país y debe afrontar el núcleo esencial del problema: qué significado damos hoy a ?ser pobre? y cómo garantizar los derechos humanos más básicos a todos los seres humanos del planeta. Por ello, la lucha contra la pobreza global pasa primero por el occidente desarrollado, para derribar el nocivo paradigma de la opulencia. Casi nadie duda de que transferir renta y tecnología a los países pobres, e incluso de la reducción o condonación de su deuda, sea una exigencia. Pero las estrategias de desarrollo económico no pueden poner entre paréntesis la verdadera exigencia primaria: garantizar derechos básicos. Intentar reproducir en el tercer mundo el nefasto paradigma capitalista de la opulencia, sería otro gravísimo error de Occidente.
Casi todos los analistas acaban enfocando el problema de la pobreza desde parámetros economicistas (una renta mínima) y proponiendo soluciones desde esos mismos parámetros. Lo único que parece contar de verdad es el dinero y la cuantificación. El Derecho y la garantía de los derechos humanos básicos tienen poco espacio cuando se analiza esta cuestión, suele remitir a planteamientos de corte más teórico y filosófico. Esta obra pretende desmontar ese presupuesto. Ciertamente, se han conseguido avances importantes con los programas de desarrollo económico diseñados por el FMI y el BM. Pero lo que esta obra plantea es que el camino para la erradicación de la pobreza está más allá de las cifras del PIB de un país y debe afrontar el núcleo esencial del problema: qué significado damos hoy a ?ser pobre? y cómo garantizar los derechos humanos más básicos a todos los seres humanos del planeta. Por ello, la lucha contra la pobreza global pasa primero por el occidente desarrollado, para derribar el nocivo paradigma de la opulencia. Casi nadie duda de que transferir renta y tecnología a los países pobres, e incluso de la reducción o condonación de su deuda, sea una exigencia. Pero las estrategias de desarrollo económico no pueden poner entre paréntesis la verdadera exigencia primaria: garantizar derechos básicos. Intentar reproducir en el tercer mundo el nefasto paradigma capitalista de la opulencia, sería otro gravísimo error de Occidente.
El tema de la pobreza y sus relaciones con el proceso de globalización en curso ha sido trabajado recientemente por algunos autores, especialmente filósofos y economistas como Martha Nussbaum, Thomas Pogge Amartya Sen y Partha Dasgupta, y en el contexto latinoamericano por los filósofos Paulette Dieterlen y Francisco Cortés, entre otros. Recientemente los estudios de dos economistas, Emmanuel Sáez y Thomas Piketty, han sido utilizados por los asesores económicos de Barack Obama para comprobar que el grado de inequidad en la distribución de los recursos en tiempos de globalización ha venido aumentando en la última década. Los estudios comprueban que dicho problema no solo afecta a los países en vías de desarrollo como Colombia, sino a grandes economías como la estadounidense, en donde se comprueba que "excluyendo las ganancias de capital, en el período 200I-2006, el I por ciento de la población capturó el 75 por ciento del incremento de la renta, mientras que en el período Clinton dicha apro-piación fue del 46 por ciento" Así mismo en los últimos años organismos de Naciones Unidas como la FAO, y el PNUD, al igual que la OIT, ONG, grupos de derechos humanos, filósofos, economistas, sociólogos y politólogos han puesto sobre la mesa la tesis de que la pobreza global se genera por el modelo de globalización económica adoptado que reproduce a su vez otros problemas mundiales como la crisis alimentaria, el calentamiento global, la crisis de los combustibles, así como el problema de la escasez de agua potable, el costo de los medicamentos y el aumento de las catástrofes naturales, muchas de ellas generadas por el deterioro ambiental que produce el sistema económico mundial.